JALISCO.- Jalisco es tierra de maravillas naturales más allá de sus atractivos turísticos más celebrados. Uno de sus grandes lugares es la Barranca, una de las áreas naturales protegidas de nuestro estado, y que se extiende a lo largo del cauce espumoso y cobrizo del Río Santiago, cientos kilómetros en los que ha formado cañones en la geografía de Jalisco, y que fluye, en cierta parte de su recorrido, a un costado de la zona metropolitana de Guadalajara.
En la Barranca hay presas, cascadas, balnearios de aguas termales, puentes antiguos, pueblos abandonados, titanes inmortalizados en estatuas, áreas recreativas, miradores, cuevas, senderos trazados por el tránsito del hombre, e incontables curiosidades naturales cuyo esplendor a veces solo puede ser tocado por la contemplación de lo recóndito y lo inaccesible.
Es mucho más de los cerros distantes que se atisban de la ciudad, más de los miradores solitarios donde abundan los gatos y las mariposas amarillas, más de las vías difíciles donde los senderistas desafían a la gravedad, más allá del viento pasmado que eterniza el calor de las cuatro.
En el recorrido de la Barranca, existen diversas cascadas que nada tienen que ver con el cauce contaminado del Río Santiago. En la parte de la Barranca que corresponde a Matatlán, a 33 kilómetros de Guadalajara, la sierra esconde entre sus huizaches diversos saltos de aguas termales que corren entre las piedras y los árboles, las ramas antiguas y los barrancos que oscurecen el sol, y que crean un ecosistema que no parece posible de encontrar en un paisaje cotidiano donde se da por hecho que lo único que puede encontrarse es un cauce turbio: las cascadas de la llorona, en la Barranca de Matatlán.
Llegar a las cascadas no es tarea fácil, ni tampoco son accesibles para cualquiera. Requieren paciencia, destreza, y buena condición física, pues para descender a las mismas toma más de una hora a través de un recorrido que incluye puentes colgantes, escaleras maltrechas, senderos rocosos, y ciertas secciones tan inclinadas que hay cuerdas para poder descender sobre los peñascos.
La travesía es una recompensa: la vista se abre al agua fluyendo cristalina entre rocas, árboles y hojas, diversas cascadas y pozas, y toboganes naturales formados ahí donde el agua se hizo paso a través de los años. Siete cascadas con su respectivas piletas y pozas. El agua brota caliente, en un edén en el fondo del barranco al que muy pocos han tenido la suerte de llegar.
Se recomienda utilizar calzado adecuado, llevar bloqueador, repelente de insectos y traje de baño para las cascadas. Matatlán se encuentra en Zapotlanejo, a casi una hora de distancia de Guadalajara, por la carretera Jalisco 106, más allá del Nuevo Periférico.