PENSILVANIA.- Puede que la ráfaga de balas solo rozara a Donald Trump en Pensilvania el sábado por la noche, pero mató a un asistente al mítin e hirió de gravedad a otros dos.
También han desgarrado la campaña presidencial de 2024, dañando el tejido social y cultural del país. La ilusión de seguridad y protección que se ha construido durante décadas en la política estadounidense se ha hecho añicos de forma dramática.
Trump sólo recibió heridas leves, pero estuvo cerca: una fotografía de Doug Mills, de The New York Times,parece mostrar la trayectoria de una bala cortando el aire cerca de la cabeza del expresidente.
Desde que Ronald Reagan recibiera un disparo de John Hinkley Jr. en 1981, no se había producido un acto de violencia tan grave dirigido contra un presidente o candidato presidencial.
El ataque remite a una época más oscura de la historia de Estados Unidos, hace más de medio siglo, cuando dos hermanos Kennedy -uno presidente y otro candidato a la presidencia- cayeron abatidos por las balas de un asesino.
Líderes del movimiento de derechos civiles como Medgar Evers, Martin Luther King Jr. y Malcolm X también perdieron la vida a causa de la violencia política.
Al igual que hoy, la década de 1960 estuvo marcada por una intensa polarización y disfunción políticas, cuando un arma de fuego y un individuo dispuesto a utilizarla podían cambiar el curso de la historia.
Es difícil predecir el impacto que los acontecimientos del sábado tendrán en Estados Unidos y en su discurso político. Ya han surgido algunos llamamientos bipartidistas para enfriar la retórica y lograr la unidad nacional.
Pocas horas después del incidente, el presidente Joe Biden -el probable oponente de Trump en noviembre- compareció ante las cámaras en Delaware para hacer una declaración a la prensa.
“No hay lugar en Estados Unidos para este tipo de violencia. Es enfermizo“, afirmó. “No podemos ser así. No podemos consentir esto”.
El presidente habló más tarde por teléfono con el exmandatario. Interrumpió su fin de semana en la playa y regresará a la Casa Blanca a última hora de la tarde del sábado.
Pero la violencia también se ha filtrado rápidamente en la guerra de trincheras partidista sin cuartel que ha caracterizado la política estadounidense en las últimas décadas.
Algunos políticos republicanos han culpado del ataque a los demócratas, señalando que han empleado una retórica nefasta sobre la amenaza que, según ellos, supone el expresidente para la democracia estadounidense.
“La premisa central de la campaña de Biden es que el presidente Donald Trump es un fascista autoritario al que hay que detener a toda costa”, publicó en las redes sociales el senador por Ohio JD Vance, quien al parecer está entre los posibles candidatos a la vicepresidencia de Trump. “Esa retórica condujo directamente al intento de asesinato del presidente Trump”, añadió.
Chris LaCivita, jefe de campaña de Trump, dijo que “los activistas de izquierda, los donantes demócratas e incluso Joe Biden” tienen que rendir cuentas en las urnas en noviembre por los “comentarios repugnantes” que, en su opinión, llevaron al ataque del sábado.
Los demócratas pueden no estar de acuerdo, pero muchos en la izquierda utilizaron un lenguaje similar para describir la responsabilidad de la retórica de la derecha en los meses previos al tiroteo casi mortal de 2011 contra la congresista Gabby Giffords en Arizona.
La violencia de Pensilvania proyectará, sin duda, una larga sombra sobre la convención republicana que comienza el lunes.
Se reforzarán los protocolos de seguridad, y las protestas -y contraprotestas- en los alrededores de la sede podrían ir acompañadas de una nueva sensación de inquietud.
Mientras tanto, la atención nacional se centrará aún más en el candidato del partido cuando suba al escenario el jueves por la noche.
Las imágenes del expresidente ensangrentado, con el puño en alto, seguramente se convertirán en un punto de convergencia en Milwaukee. El Partido Republicano ya estaba planeando hacer de la fuerza y la masculinidad ruda un tema central, y el incidente del sábado le dará una inyección de nueva energía.
“¡Este es el luchador que Estados Unidos necesita!”, escribió Eric Trump en las redes sociales, publicando una fotografía de su padre tras el tiroteo.
El Servicio Secreto estadounidense también se enfrentará a un intenso escrutinio por su gestión de la seguridad en el mítin de Trump. Un individuo con un rifle de alta potencia fue capaz de acercarse a distancia de disparo a un importante candidato presidencial.
El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, promete que la Cámara Baja llevará a cabo una investigación exhaustiva. Esas indagaciones llevarán tiempo.
Pero por ahora una cosa está clara: en un año de aguas electorales inexploradas, la política estadounidense ha dado un nuevo giro mortal.
Análisis de Anthony Zurcher – BBC
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