CIUDAD DE MÉXICO.- Habitantes de Chalco que no resultaron afectados por las inundaciones que persisten desde hace 20 días en algunas colonias de la demarcación se organizan y cocinan grandes cantidades de alimentos.
Para repartir en lanchas desayunos, comidas y cenas calientes a quienes perdieron todo.
La mayoría de los 3 mil 600 damnificados en Chalco se niegan a abandonar sus casas por temor a la rapiña.
A pesar de que hay cuatro albergues habilitados por las autoridades.
Verónica Urbina colocó una mesa frente a su domicilio para recibir donaciones como arroz, frijol, aceite, tortillas y cualquier producto que la gente quiera aportar. Una señora ya nos trajo 4 kilos de longaniza, otra nos dejó frijoles y ya los estamos guisando, celebró.
Varias vecinas se sumaron a la labor y de inmediato se pusieron a preparar alimentos en cazuelas, sartenes y comales. La hija de Verónica es quien se encarga del reparto en lanchas. Ayer se distribuyeron 50 comidas.
“En un inmueble de departamentos hay 16 niños y cuando mi hija llevó la ayuda, ellos exclamaban: ‘¡Mamá, mamá, ya llegó la comida!’”, narró Verónica, quien asegura que hay demasiada tristeza por la situación que vive tanta gente.
Muchas personas buscan la manera de apoyar.
Hubo quien se apostó sobre la avenida Solidaridad y con cartulina en mano.
Además de un bote, invitó a quienes pasaban por ahí a apoyar con alguna moneda para comprar víveres.
Varios peatones y al menos un conductor se detuvieron para hacer su aportación.
Están por cumplirse tres semanas de la emergencia sanitaria en Chalco.
Los pobladores se niegan a acudir a los refugios donde se les ofrecen alimentos calientes y hay servicio de regadera, cocina y comedor.
Lizeth Torres Castillo, responsable de dichos sitios, explicó que se habilitaron cuatro de estos espacios.
Pero sólo uno está ocupado por 51 personas provenientes de las colonias Jacalones, Culturas de México y Emiliano Zapata.
Alicia Hernández, residente de esta última comunidad, donde vive sola, reconoció que se resistía a dejar su propiedad.
Pero los rescatistas insistieron en llevársela porque tenía fiebre.
Y me vine porque, qué voy a hacer adentro, el agua brota por la coladera, recalcó.
En el refugio no falta la comida y está bajo chequeo médico constante.
Ella asegura que en cuanto acabe el tratamiento irá a su vivienda.
Me siento triste porque a nadie le importa. Me siento triste por mi casita, porque quiero ir a ver cómo está, señaló.
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