SIRIA.- El captagon es el viejo nombre comercial de un estimulante sintético antes legal que denomina hoy a una anfetamina ilícita, convertida en una de las drogas más consumidas en Oriente Medio.
Bejamin Crabtree, experto de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, afirmó que cuatro fenómenos hicieron de Siria el escenario propicio para el negocio del captagón:
La ausencia de un Estado en zonas ocupadas por la oposición.
La poca veeduría nacional e internacional.
La urgencia de hallar formas de financiación o de subsistencia en medio de un conflicto armado.
Un mercado local creciente entre más de 12 millones de migrantes que han huido de ese conflicto.
Del precario sistema de salud con el que se encontró la pandemia.
Las pastillas de captagon son a menudo ingeridas, pero también pueden ser trituradas y aspiradas por la nariz.
La anfetamina estimula algunas actividades cerebrales.
Que pueden provocar una mayor atención, mayor confianza en sí mismo, al mismo tiempo que disminuye el apetito y la somnolencia.
Esta polivalencia ha convertido a esta droga muy popular entre los estudiantes que deben prepararse para exámenes, los choferes de taxi con dos empleos o profesionales de alto nivel que deben estar concentrados durante largas horas.
Arabia Saudita es el principal mercado de esta droga y la juventud dorada la consume para resistir toda la noche y las mujeres para perder peso.
El captagon es además menos objeto de tabú que la cocaína o inclusive el alcohol en los países musulmanes del Golfo.
Se empezó a producir en 1963 para tratar la hiperactividad, la narcolepsia y la depresión, pero se prohibió en la década de 1980 por la “falta de potencial terapéutico y por su parecido a las anfetaminas”, reveló un estudio publicado por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
Su compuesto activo era la Fenetilina, un profármaco sintetizado por primera vez en 1961 por la farmacéutica alemana Degussa AG, casualmente la principal empresa en la manufacturación del gas Zyklon B, siendo utilizado durante casi dos décadas como tratamiento en niños con déficit de atención por hiperactividad, narcolepsia y depresión.
Pastillas de captagon
Se demostró además que una de sus principales ventajas era que no elevaba la presión arterial como las anfetaminas, por lo que resultaba más idóneo para tratar a pacientes con enfermedades cardíacas.
La fenetilina (C18H23N5O2) es una sustancia relativamente compleja que actúa en el organismo como un profármaco, concepto introducido por Adrian Albert en 1958 para describir compuestos que requieren una biotransformación química o enzimática para ejercer su efecto farmacológico, es decir, de por sí la fenetilina es un agente terapéutico inactivo que requiere para producir su efecto de un proceso de metabolización en el organismo, dando lugar en este caso a dos metabolitos activos: Anfetamina y Teofilina, ambos con efectos estimulantes sobre el sistema nervioso central.
No obstante, la Fenetilina nunca llegó a ser aprobada para uso médico en Estados Unidos, siendo posteriormente incluida en el “Schedule I” de sustancias controladas e ilegalizada en la mayoría de países a partir de 1986.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), químicamente, la fenetilina es un derivado etilteofilínico racémico de la antetamina. Farmacológicamente, se asemeja a la anfetamina en algunos aspectos, pero hay una serie de diferencias cualitativas entre ambas sustancias.
El patrón de toxicidad en los animales es similar al observado con la antetamina. Es pequeña la incidencia de efectos secundarios clínicos. El fármaco es bien absorbido, con una semivida de eliminación de aproximadamente 1 y 3 horas, pero que se convierte en diversos metabolitos, incluida cierta cantidad de anfetamina, que se excretan con lentitud.
Hasta el años 2022, en Arabia Saudita el captagon se consideraba a menudo como una droga festiva, aunque su consumo se extiende más allá de la clase pudiente.
Muchos saudíes modestos y trabajadores inmigrantes consumen esta droga barata, discreta y sin el estigma del alcohol en un país musulmán.
Con el captagon “puedo trabajar sin parar durante dos o tres días, lo cual me ha permitido duplicar mi salario y me ha ayudado a saldar mis deudas”, comenta Faysal, un obrero de unos veinte años, recién casado. Según dice, gasta cada semana 150 riales (unos 40 dólares) en comprar los comprimidos de captagon.
“Termino mi primer trabajo agotado, al amanecer”. Gracias a la droga, puede aguantar el tirón para desempeñar su otro trabajo como chófer.
Un obrero egipcio de la construcción cuenta a AFP que empezó a tomar los comprimidos cuando su jefe, en secreto, le metió uno en el café, para que trabajara más rápido y más tiempo.
“Con el tiempo, mis colegas y yo nos hemos vuelto dependientes”, admite.
La pastilla de lujo vendida a la élite saudita puede valer hasta 25 dólares, pero las de menor calidad se consiguen a un dólar.
La droga comienza su viaje en las zonas menos vigiladas por las autoridades entre Siria y Líbano.
Cosidos en el vientre de las ovejas, cargado a bordo de drones o planeadores ultralivianos, las pastillas de captagon atraviesan las fronteras de Oriente Medio a través de métodos cada vez más ingeniosos.
Los contrabandistas ocultaron comprimidos en grandes tarros de tomate concentrado, en granadas vaciadas o en aceitunas a las que quitaron con cuidado el carozo.
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