CIUDAD DE MÉXICO.- Hacer actividad física hace bien. Y la ciencia sigue de cerca cada vez más los beneficios naturales -y protectores- que puede tener realizar ejercicios. Un estudio preliminar de la Universidad de Fudan en Shanghái (China), indica que las personas que realizan actividad física moderada a vigorosa pueden tener menos probabilidades de desarrollar ciertas enfermedades. Los resultados se darán a conocer en la 77.ª Reunión Anual de la Academia Estadounidense de Neurología, que se llevará a cabo del 5 al 9 de abril de 2025 en San Diego.
El estudio también encontró que cuanto más tiempo pasaban las personas sentadas, más probabilidades tenían de desarrollar ciertas enfermedades.
“Esta investigación destaca el papel de la actividad física y el sedentarismo como factores modificables que pueden mejorar la salud cerebral y reducir la incidencia de enfermedades”, explicó el autor del estudio, el doctor Jia-Yi Wu, de la Universidad de Fudan. “Es prometedor pensar que alentar a las personas a realizar estos cambios en el estilo de vida podría reducir potencialmente la carga de algunas patologías en el futuro”.
A partir de una base de datos del Reino Unido, los investigadores analizaron información de 73.411 personas con una edad promedio de 56 años que usaron dispositivos acelerómetros durante siete días para medir su actividad física, el gasto energético y el tiempo que pasaban sentadas. Estos son los 5 casos que fueron tenidos en cuenta.
Demencia
El deterioro cognitivo leve es la etapa entre el declive cognitivo que se puede esperar del envejecimiento normal y el declive más serio de la demencia. Quienes lo padecen pueden experimentar dificultades para recordar, razonar o concentrarse, aunque estos problemas no siempre afectan su vida cotidiana.
Según especialistas, el diagnóstico suele ser complejo, ya que los síntomas varían entre individuos y muchas personas no perciben los cambios en su memoria hasta que estos afectan sus actividades diarias.
El estudio sugiere que mantenerse activo podría estar relacionado con una menor incidencia de demencia. La actividad física favorece la salud cerebral al mejorar la circulación sanguínea y reducir la inflamación, factores que pueden influir en el desarrollo de esta enfermedad. Las personas que desarrollaron demencia tuvieron un gasto energético diario promedio de 0,85 kilojulios por kilogramo, mientras que aquellas que no alcanzaron 1,22 kilojulios.
Los kilojulios (kJ) son una unidad de energía. Se usan para medir cuánta energía tiene un alimento o cuánta energía usa el cuerpo. Si pensamos en la energía como la “gasolina” que necesitamos para movernos, respirar y pensar, los kilojulios nos dicen cuánta “gasolina” hay en lo que comemos o gastamos en nuestras actividades. Así, una kilocaloría (kcal) es igual a 4,184 kilojulios (kJ).
Cada año, más de 11,9 millones de personas en todo el mundo sufren un accidente cerebrovascular (ACV), una de las principales causas de discapacidad y muerte, según el último informe de la Carga Global de Enfermedades (GBD, por sus siglas en inglés). En América Latina, la tasa de mortalidad sigue siendo alarmante, con un aumento del 24,1% en las muertes en las últimas tres décadas.
El movimiento regular puede contribuir a la salud vascular y reducir el riesgo de accidente cerebrovascular. La práctica de ejercicio ayuda a mantener la presión arterial en niveles adecuados y a mejorar la función del sistema circulatorio.
Según el estudio de la Universidad de Fudan en Shanghái, quienes sufrieron un accidente cerebrovascular presentaron un gasto energético de 1,02 kilojulios por kilogramo, inferior al de quienes no desarrollaron la enfermedad.
Uno de los factores más simples que contribuyen al riesgo de ACV es el sedentarismo. Arthur Wang, director de neurocirugía endovascular en la Escuela de Medicina de la Universidad de Tulane, explicó al medio estadounidense Huff Post que la falta de actividad física regular puede favorecer la acumulación de placa en las arterias y aumentar el riesgo de eventos cerebrovasculares.
Ansiedad
La ansiedad es una respuesta natural del organismo ante una amenaza, pero cuando se vuelve persistente e independiente de un peligro real, puede convertirse en un problema de salud.
Según el psicólogo Ronald Siegel, de la Harvard Medical School, esta emoción cumplió un papel clave en la evolución, permitiendo anticipar y evitar riesgos. Sin embargo, cuando la preocupación se vuelve constante y desproporcionada, puede derivar en síntomas físicos como insomnio, trastornos digestivos y dolor crónico.
Estudios han demostrado que la actividad física ayuda a reducir la ansiedad al liberar neurotransmisores como las endorfinas, que generan sensación de bienestar. Además, el ejercicio regular puede disminuir los niveles de cortisol y adrenalina, hormonas del estrés que, en exceso, afectan el sistema cardiovascular, digestivo y nervioso.
Antes de la pandemia de COVID-19, los trastornos de ansiedad afectaban al 7% de la población mundial, pero esta cifra aumentó al 27% en la población general y hasta un 43% en trabajadores de la salud.
En la investigación de Universidad de Fudan en Shanghái, las personas que desarrollaron ansiedad presentaron un gasto energético de 1,10 kilojulios por kilogramo, menor que el de quienes no la padecieron.
Un estudio de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia, publicado en el Journal of Affective Disorders, señaló que la actividad física frecuente, incluidos los ejercicios extenuantes, puede aliviar los síntomas de la ansiedad, incluso en casos crónicos. Según la investigación, el entrenamiento de alta intensidad podría estimular una mayor liberación de endorfinas y generar cambios más marcados en la química cerebral en comparación con ejercicios de menor intensidad.
Depresión
La depresión se caracteriza por una tristeza persistente y la pérdida de interés en las actividades cotidianas. Su origen es multifactorial e involucra aspectos genéticos, biológicos, ambientales y psicológicos. A pesar de su alta prevalencia, muchas personas no buscan ayuda debido al estigma o la falta de información.
Moverse puede ser un factor protector contra la depresión. La actividad física no solo influye en el estado de ánimo, sino que también favorece la regulación del sueño y la producción de serotonina y dopamina.
La evidencia científica sugiere que el ejercicio puede ser una herramienta complementaria en el tratamiento de la depresión, al reducir la inflamación y mejorar la conectividad neuronal. Especialistas recomiendan la actividad física regular como parte de un enfoque integral que incluya apoyo psicológico y, en algunos casos, tratamiento farmacológico.
Según la Clínica Mayo, el ejercicio aporta diversos beneficios a la salud mental. Durante la actividad física, el cuerpo libera endorfinas, neurotransmisores que generan bienestar y reducen el estrés.
Además, concentrarse en el ejercicio permite alejar la mente de preocupaciones y pensamientos negativos. Alcanzar objetivos deportivos y notar mejoras en el rendimiento o la apariencia física también puede aumentar la autoestima. Por otro lado, muchas actividades deportivas facilitan la interacción social, un factor clave para el bienestar emocional. El deporte funciona como una vía para canalizar emociones y aliviar tensiones, contribuyendo al manejo del estrés.
Trastornos del sueño
El buen dormir es un factor clave de la salud humana. Las alteraciones e interrupciones del sueño afectan tanto la calidad como la cantidad de horas de descanso, lo que no solo provoca fatiga y dificultades para concentrarse, sino que también puede agravar afecciones de salud preexistentes.
“El sueño tiene una función biológica esencial, ya que el buen descanso nocturno resulta fundamental para la prevención y manejo de varias enfermedades”, explicó en una nota de Infobae el doctor Daniel Pérez Chada (MN 47.085), presidente de la Fundación Argentina del Sueño y director de la Clínica del Sueño del Hospital Universitario Austral.
El déficit de sueño crónico se ha relacionado con problemas cardiovasculares, deterioro cognitivo, debilitamiento del sistema inmunológico y un mayor riesgo de obesidad y diabetes tipo 2.
La evidencia científica indica que la actividad física puede ser una herramienta eficaz para mejorar la calidad del sueño y reducir el insomnio. El ejercicio aeróbico, así como una combinación de fuerza, equilibrio y flexibilidad, puede ser efectivo contra el insomnio, según un estudio publicado en la revista Family Medicine and Community Health.
Investigadores japoneses, en un estudio publicado en la revista PLOS ONE, concluyeron que en adultos menores de 65 años, el entrenamiento de resistencia mejora la calidad del sueño de manera más significativa que el ejercicio aeróbico, como correr o andar en bicicleta.
Sam Kashani, instructor clínico de medicina en la Facultad de Medicina David Geffen de la UCLA y miembro de la junta directiva de la Sociedad del Sueño de California, señaló que estos resultados refuerzan la relación entre el sueño y la actividad física, ya que el ejercicio contribuye a un descanso de mejor calidad.