JALISCO.- Se les ven en todas partes de Guadalajara. Sus gritos resuenan en el viento. Vuelan en parvadas, viven en colonias inaccesibles en lo alto de los árboles. Picotean los pastos en grupos numerosos, y causan la fascinación de los tapatíos porque, acostumbrados a las palomas de todos los días y a los zanates desangelados, no les es común ver aves tan coloridas en los mediodías pétreos de Guadalajara.
Se trata de la cotorra argentina (Myiopsitta monachus), un ave que ha hecho de los árboles y de los parques de la ciudad su hogar, pero que no es originaria de aquí, y que no obstante, ha proliferado al grado de ser considerada por diversos expertos como una especia invasora.
Francisco Martín Huerta Martínez, investigador del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA), de la Universidad de Guadalajara, explica que la cotorra argentina fue introducida a nuestro país a mediados de los 2000. Es un pájaro verde, de aspecto inocente, y con el detalle característico de una mancha blanca en su pecho, y ciertas plumas azules en su cola y alas. Puede crecer hasta 30 centímetros, y tienen cierta postura y andar triste por el que también se les conoce como perico monje.
La cotorra argentina hace sus nidos en los árboles altos de Guadalajara, con una exitosa tasa de reproducción, y se han documentado poblaciones en el Parque Metropolitano y el González Gallo, Periférico, López Mateos y la Calzada Independencia, y en los despeñaderos de la Barranca de Huentitán. Debido a que tiene un comportamiento agresivo con otras aves, la cotorra argentina puede desplazar a otros pájaros nativos de la ciudad tales como palomas, zanates, y hasta loros.
Son tan coloridos que a los tapatíos les parece más algo fascinante y es común que los alimenten, sin saber que esto ocasiona un riesgo que desestabiliza la lógica natural de las aves de Guadalajara.
Las cotorras argentinas comenzaron a venderse en el país debido a que la ley -con todas sus lagunas- prohíbe comercializar aves nativas mexicanas, y entonces comenzaron a introducir aves de otros lados del mundo.
Francisco Martín Huerta Martínez también señala que además de que la cotorra argentina provoca daños a Áreas Naturales Protegidas, también podrían acarrear entre sus plumas enfermedades que podrían ser graves para el hombre, tales como la clamidia, (Chlamydia psittaci).”Es una bacteria que causa neumonía en el hombre y que puede llegar a ser muy grave, incluso causar la muerte”, asegura el investigador de la UdeG.
En Madrid, España, donde las cotorras argentinas desbordaron la lógica de sus calles, se llegó a la medida drástica de eliminarlas, porque se consideraron un riesgo de salud latente para la población, y cerca de 12 mil aves fueron erradicadas.
No se ha estudiado a detenimiento el impacto que la cotorra argentina ha tenido en Guadalajara, ni es tampoco el único caso de especies de que llegaron de otros lados a quedarse para siempre. El árbol eucalipto, por ejemplo, embellece muchas avenidas de Guadalajara con su altura de titán manso y su olor característico, pero suelen ser un hervidero de muérdago, y por alguna razón concreta, sabia e incomprensible al humano, la naturaleza no los dio a florecer en este rincón del mundo.
La cotorra argentina seguirá creciendo en Guadalajara hasta que sea tan de aquí como de su lugar de origen. Cada día se les verá en los parques, en sus nidos difíciles sobre las copas de los árboles, cruzando los cielos de la urbe con sus gritos felices y sus vuelos fugaces como un resplandor verde.