• 23/11/2024
Ecuador y sus bosques, un acierto para el turismo

Ecuador y sus bosques, un acierto para el turismo

ECUADOR.- Con paso firme y decidido y con un machete en la mano, Diana Torres avanza por el culunco, el sendero donde hace 50 años sus abuelos traficaban aguardiente, mientras le abre camino a una pareja de turistas. La guía conoce cada metro de esta antigua ruta que atraviesa las entrañas del bosque nublado en la zona andina de Ecuador. De repente, levanta la mano para que sus acompañantes se paren y les muestra un tucán que se mueve entre las ramas. Es una oportunidad única para ver el ave.

Para Torres, mostrar la belleza de estas tierras como la primera mujer que guía en la ruta de los brigantes de Yunguilla es un privilegio: “La primera vez que unos turistas me dieron dinero, creí que era para pagar el restaurante, no para mí,” se ríe. Yunguilla es una pequeña comunidad mestiza conformada por 50 familias y ubicada en la parroquia de Calacalí, a 87 kilómetros de Quito. Se erige en las laderas del bosque nublado, un área reconocida por la Unesco como una Reserva de Biosfera, un pulmón del planeta y un sitio de alta biodiversidad. Aquí viven 270 especies de mamíferos, 210 de reptiles, 200 aves y 130 anfibios. El oso de anteojos es el preferido de Diana.

Durante muchos años, la comunidad se ha dedicado a la tala de árboles. Pero en 1995 que se dieron cuenta de la importancia ambiental que tenía la zona. Gracias a la ayuda de algunas ONGs y de la cooperación internacional, Yunguilla emprendió un primer proyecto de reforestación y de educación ambiental. Pero pronto se dieron cuenta de que, para financiarlo, necesitaban más ingresos, algo escaso en una comunidad campesina de Los Andes.

Entonces, unos investigadores extranjeros les sugirieron abrirse a los turistas. “Hasta ese momento, para nosotros el turismo había sido solo el de los lugares famosos y de las grandes ciudades”, cuenta Galindo Parra, representante de la corporación microempresarial Yunguilla, que aglutina varias actividades productivas del pueblo.

Parra aún recuerda la sorpresa de ver el primer grupo de holandeses bajarse del bus y empezar a tomar fotos a todo lo que veían. “Con la llegada de los turistas, la gente logró levantar su autoestima. Por primera vez nos sentimos valorados, porque lamentablemente las comunidades rurales siempre hemos sido marginadas”.

Hoy, Yunguilla ofrece hospedaje en diez casas familiares renovadas y ampliadas con baños privados y agua caliente, organiza caminatas guiadas por el bosque primario y sesiones de observación de flora y fauna. En 2019, 8.000 turistas visitaron estos páramos y compartieron el techo con sus familias.

En Ecuador, hay otras 508 comunidades que, como Yunguilla, trabajan en turismo comunitario, una actividad que involucra a los lugares más alejados y que sirve como una herramienta para promover un desarrollo económico sostenible y la conservación del medio ambiente. Cerca de 400 de ellas están representadas en la Federación Plurinacional de Turismo Comunitario del Ecuador (Feptce).

En la década del 2000, ya hubo un auge de nuevas comunidades que veían el turismo como una alternativa económica viable. Pero varias acabaron frustradas por la escasa respuesta, le dice a América Futura Xavier Contreras, asesor técnico de Feptce. “La mayoría han tenido la aspiración de hacer turismo por el simple hecho de ser comunidad, pensando en una alternativa socioeconómica, pero dejando de lado la parte técnica y la parte de negocio turístico”, explica Contreras, que subraya la necesidad de implementar acciones de comunicación y marketing que permitan gestionar estos proyectos de forma profesional. Pero a la vez, pide que el Gobierno abra líneas de créditos específicas que tomen en cuenta el modelo comunitario.

Cuando la pandemia de covid-19 llegó a Ecuador, muchos proyectos tuvieron que enfrentar una dura prueba. Según el Ministerio de Turismo, los ingresos nacionales en ese sector bajaron de 2.193 millones de dólares en 2019 a solo 703 millones en 2020. Y todavía no se han recuperado: el año pasado, el país ingresó 1.802 millones de dólares.

La Feptce estima que el 80% de los emprendimientos de turismo comunitario que estaban activos antes de la pandemia aún no han vuelto a retomar su actividad, ya sea por falta de visitantes o daños a su infraestructura. “Después de la pandemia que nos vino encima, creo que la lección que más aprendimos fue no volverse dependientes netamente de la actividad turística, porque el turismo no solamente depende de nosotros”, cuenta Galindo Parra.

“Durante los años en que el turismo ha generado ingresos económicos, primero pagamos por todos los servicios, y con el fondo de ahorro que se quedó, invertimos en nuevos proyectos”, explica. Así, la corporación ha abierto un restaurante mirador, una pequeña fábrica de productos lácteos y mermeladas, un taller de artesanías y una tienda comunitaria. Además, están financiando el cultivo orgánico de aguacates. Las familias también se dedican a la crianza de animales pequeños como cerdos, gallinas y tienen una granja de truchas. Y ahora los habitantes se están planteando si entrar en el mercado de los bonos de carbono.

Gracias a este conjunto de actividades, las familias de Yunguillas se preparan para enfrentar una nueva amenaza: una baja del turismo internacional debido al aumento de la inseguridad en el país y la percepción de los visitantes. Según datos de la policía, hasta el 5 de diciembre de este año, se han registrado 7.258 asesinatos en Ecuador, un incremento de casi el 60% respecto a 2022.

El 90% de las muertes tiene lugar en 10 de las 24 provincias de país. Y aunque la violencia que se concentra sobre todo en la región pacífica, bien lejos de Yunguilla, la percepción de inseguridad del país también afecta a estas tranquilas laderas de la región andina. Por ejemplo, en los días siguientes al asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio en agosto, tres grupos internacionales cancelaron su reserva de la noche a la mañana.

Valeria Andrade García, de la Universidad Central del Ecuador, ha estudiado la comunidad de Yunguilla. En su opinión, la mezcla de diferentes actividades productivas es exactamente lo que la ha convertido en un ejemplo de turismo comunitario de éxito. “Se paró un poco la migración de las personas. Se abrieron otras actividades productivas. Se abrió un empoderamiento local. Surgieron nuevos líderes de base. Y toda una generación ahora tiene capacitación de nivel superior,” cuenta a América Futura.

En su investigación documentó que, en 2012, las actividades productivas relacionadas de forma directa con el turismo generaron ingresos de 50 dólares mensuales a las familias vinculadas con la atención a visitantes. Sin embargo, cree que hay que tener en cuenta otros aspectos, además del económico.

“El área económica despunta otros beneficios desde la parte social. Se está generando un círculo virtuoso que permite que la comunidad tenga otro tipo de ingresos y unas mejoras de vida, pero también que actores históricamente relegados como mujeres y jóvenes tomen mejores decisiones”, afirma.

Diana Torres empezó a capacitarse como guía en 2012, estudiando en organizaciones para la conservación del medio ambiente como la cercana Maquipucuna. Además, trabajó en la fábrica de queso de la comunidad, en el vivero y hasta como cocinera del restaurante mirador. Pero lo que más le gusta es pasar su tiempo inmersa en el bosque nublado. “En 2020, hice mi última guiada unos pocos días antes de parir, así que creo que mi niña también será una chasqui, una mujer de la montaña”, cuenta.

Antes de levantarse para retomar el camino, se para a reflexionar un momento. “Para mi hija, espero más que todo que no se olvide de dónde viene. Siempre hay que tener muy alto en la mentalidad que es de una comunidad luchadora.” Se calza la gorra y levanta el machete. Aún le faltan dos horas para llegar a Santa Lucía.

Para Parra, no hay duda de que este orgullo sea el mayor éxito de todo el proyecto. “Todo esto te ayuda a luchar contra una de las más grandes pobrezas que hay en las comunidades: la migración de la gente que ven solamente el desarrollo en las ciudades.”

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