ESTADOS UNIDOS.- A John Goodman le costaba verse en pantalla. Era uno de los actores más populares de Hollywood y un personaje recurrente de la cartelera a través de éxitos como Los Picapiedra, Transformers: la era de la extinción, El gran Lebowski y Argo. Sin embargo, cuando se veía en el cine, solo pensaba ‘Ojalá no fuera tan gordo’. Llegó a pesar 180 kilos mientras su relación con la comida y el alcohol no incentivaban cualquier deseo de cambio. Hasta que un día se vio interpretando a Papá Noel en una película. Y entonces comenzó poco a poco su proceso de cambio.
Un cambio que ahora desfila por alfombras rojas del mundo celebrando haber descubierto un estilo de vida saludable a los 70 años.
El actor, a quien conocemos por robarse todas las escenas cada vez que aparece en pantalla, comenzó su proceso de cambio vital hace unos 16 años cuando se aferró a la sobriedad y dejó el sedentarismo a un lado, apostando por el ejercicio físico y la alimentación saludable. Y en todo este tiempo nos fue haciendo testigos de sus nuevos hábitos a través de diferentes trabajos y apariciones públicas.
Sin embargo, recientemente sorprendió más que nunca habiendo perdido más de la mitad de sus kilos durante su paso por el Festival de Television de Monte-Carlo, donde sirve como presidente del jurado.
El actor estadounidense y miembro del jurado de ficción John Goodman posa cuando llega a la ceremonia de apertura del 62º Festival de Televisión de Montecarlo en el principado de Mónaco el 16 de junio de 2023.
El actor estadounidense y miembro del jurado de ficción John Goodman posa cuando llega a la ceremonia de apertura del 62º Festival de Televisión de Montecarlo en el principado de Mónaco el 16 de junio de 2023.
Nacido en Missouri en 1952, a John Goodman siempre lo reconocimos por su talento y físico corpulento, siendo uno de los pocos intérpretes que consiguió derribar los estereotipos asociados a la gordofobia destacando en todo tipo de géneros. Protagonizó éxitos como Los Picapiedra, fue niño mimado de los hermanos Coen, apareció en cintas familiares, acción y hasta terror. También hizo decenas de comedias pero nunca se encasilló como el ‘gordito gracioso’, la etiqueta hollywoodense contra la que tuvieron que luchar otros artistas como Melissa McCarthy o Jonah Hill.
Sin embargo, su camino vital no fue nada fácil. Sufrió bullying en el colegio mientras pasó toda su infancia y adolescencia buscando figuras paternas que lo guiaran a raíz de la muerte repentina de su padre, un empleado de correos que falleció de un ataque cardíaco cuando John tenía dos años.
Se aferró al universo de los superhéroes y los comics, a los ‘boy scouts’ y al fútbol americano. No obstante, después de sufrir una lesión que lo apartó para siempre del deporte, decidió que era hora de poner a prueba su pasión por el arte dramático. Y así, con un préstamo de su hermano se instaló en Nueva York buscando oportunidades en el mundo del teatro. Pero no fue fácil. En realidad, pasarían 13 años desde aquel salto al vacío hasta que el éxito tocara a su puerta con Roseanne.
Pero la fama no le gustó nada. Le costaba familiarizarse con la pérdida del anonimato y en pleno éxito de la serie decidió abandonar tierras hollywoodenses. No quería que su bebé y esposa tuvieran que lidiar con las consecuencias de su éxito y se mudaron a Nueva Orleans. “Me había cansado del negocio, la publicidad, los tabloides”, dijo a The Guardian. “Quería llevar a mi hija lejos de todo eso”.
Sin embargo, también luchaba contra sus propios demonios ajenos a la fama o el éxito profesional.
“En los viejos tiempos, me tomaba tres meses, perdía 27 o 30 kilos y luego me recompensaba con un paquete de seis [cervezas] o lo que fuera y simplemente volvía a mis viejos hábitos”, dijo a ABC en 2017. “Esta vez, quería hacerlo lentamente. Moverme, hacer ejercicio. Estoy llegando a la edad en la que ya no puedo permitirme quedarme quieto”.
Y es que ya había reconocido en 2010 a la revista People que “requiere mucha energía creativa quedarte sentado en tu trasero y pensar qué es lo próximo que vas a comerte”.
“Quiero vivir una vida mejor”, añadía.
“Cuando vi una película en donde interpreto a Papá Noel, salí pensando ‘Esto es horrible. Me veo terrible. Quiero que me cosan la boca’. Eso me hizo perder unos 30 kilos”, contaba a The Telegraph en 2014. Sin embargo, su cambio estuvo influenciado por muchos factores que no se resumen en algo tan superficial como las apariencias. Sino que su historia nos habla de alcoholismo y las dolencias físicas a raíz del peso y la depresión.
John Goodman abandonó el consumo de alcohol tras haber reconocido que después de 30 años luchando contra la adicción, llegó a un punto en que ya nada le importaba. “Estaba harto de mí mismo. Ni siquiera quería seguir siendo actor”, dijo a The New York Times.
“Fue terrible para mi familia”, reconocía a Vulture, mientras explicaba que asiste a reuniones de Alcohólicos Anónimos cada mañana. A continuación contrató a un entrenador personal que lo ayudó a adaptarse a una dieta de estilo mediterráneo (comidas que se componen principalmente de pescado, aceite de oliva, verduras, nueces y frutas) y a mejorar su estado físico entrenando seis días a la semana, recurriendo a una bicicleta elíptica y caminando, al menos, entre 10.000 y 12.000 pasos al día.
En 2015 reconoció que es una persona depresiva, describiendo su situación anímica como “algo químico, una cosa del cerebro”, que lo llevaba a sentir “insatisfacción general con todo”.
“No quiero hacer nada, nada parece correcto. Tengo que estar haciendo otra cosa, pero no quiero hacer nada más”, dijo a The Guardian. Aunque, seguramente, los dolores físicos tampoco ayudarían en aquella etapa. Se tuvo que someter a dos cirugías de rodilla, la segunda en 2014, a raíz del peso de su cuerpo que gastó sus ligamentos sin vuelta atrás. Llegó hasta ese punto porque su única forma de ejercicio era “acostarme en el sofá y usar mi pulgar para seleccionar un canal”.
No obstante, John Goodman apostó por el cambio radical hace 16 años, tomándose el proceso con calma, con tal de vivir mejor en todos los aspectos que componen su existencia. Y no por una cuestión meramente superficial. Reconoció su problema con el alcohol y buscó soluciones, al igual que hizo con su cuerpo al verse obligado a someterse a cirugías y con su salud mental. Porque aprendió a reconocer las señales del acecho de las emociones negativas y tomar medidas preventivas. Como el ejercicio físico. Un poco de elíptica, boxeo y cardio lo ayudaban a sacudir los malos pensamientos. Y desde entonces descubrió que disfruta sintiéndose en forma.