VERACRUZ.- A 30 minutos del puerto de Veracruz, un pueblo típico de pescadores se mueve alrededor de la laguna en donde ofrecen una serie de actividades y los propios habitantes la han vuelto sustentable.
Paseos en lancha y en kayak recorren parte de las 3 mil 700 hectáreas de superficie en las que el manglar defiende la supervivencia natural, ante el avance de la urbanización con lujosos fraccionamientos, que los pobladores consideran una amenaza constante.
Mandinga
Mandinga es un pueblo que fue fundado en 1570 por esclavos negros que se dedicaron a la pesca. Como pueblo afrodescendiente, ha buscado que sus raíces perduren, aunque reconoce que es cada vez más difícil y actualmente luchan porque se reconozca ese legado.
Su subsistencia económica se centra en la prestación de servicios turísticos: gastronomía, paseos acuáticos y atractivos que hay en la naturaleza.
Martha Rivera, agente municipal de Mandinga, comentó que en la temporada vacacional llegan cientos de turistas atraídos por la gastronomía basada en los mariscos que produce la laguna, principalmente el ostión, al que le han otorgado propiedades afrodisíacas.
Pero también hay robalo, camarón, jaiba y cangrejos. Todos estos productos están garantizados con el cuidado que le han procurado a la laguna, porque desde que llegó a su función como agente municipal, Martha Rivera ha convocado a limpiar la laguna, que también ha tenido dragados.
Hemos convocado a la población a limpiar. En un primer ejercicio, reunimos ocho toneladas de basura, principalmente plásticos. En el segundo fueron ya sólo dos toneladas. La gente reacciona a las convocatorias”, dijo la funcionaria.
Organizaciones ambientalistas
A este esfuerzo se han sumado organizaciones ambientalistas, como Renover (Renovación por Veracruz), la escuela TecMilenio y la consultoría ambiental COSGA.
En un recorrido por la laguna, se pueden admirar los manglares. En ellos subsisten cientos de especies terrestres y acuáticas que tal parece que han tomado posiciones organizadas. Las pequeñas isletas que se erigen en este extenso cuerpo de agua tienen peculiaridades: las chicharras no dejan de emitir su extraño ruido coral e irrumpen en el recorrido, compitiendo con el sonido del motor fuera de borda.
En otro conjunto de mangles se observan los tímidos cangrejos azules, “esos son nocturnos, salen más en noches de luna”, advierte Axel Armas, integrante de Renover.
Rivera explicó que han procurado cuidar y preservar el manglar, aunque con la llegada de personas que adquieren tierras hay riesgo. “No toman conciencia y quieren tumbar los mangles, tenemos que explicarles entonces cuál es la importancia en este núcleo, aunque a veces no entienden”, lamentó.
Otro riesgo son los fraccionamientos que poco a poco se acercan a la zona de manglares. Hay algunos que peligrosamente estarían a punto de abrir brecha para la laguna. “Esperemos que no se los autoricen, sería el principio de una destrucción. Si de por sí…”.
Y es que explicó que periódicamente, por las especies acuáticas comestibles, las autoridades sanitarias examinan el agua para conocer si están aptas para el consumo humano y han salido aceptables, “principalmente por los ostiones”, aseguró la agente municipal.
Incluso, dijo, las especies marinas pescadas en la laguna de Mandinga tienen un sabor sinigual: “un camarón extraído en la laguna, aquí de este lado, no sabe igual que los de El Conchal o de otros lugares”, presumió.
Isla de Conchitas
En este recorrido también está la Isla de las Conchitas, porque la superficie está repleta de conchas y caracolas. Esta isla es un santuario dedicado a la Virgen desatadora de nudos. Los miles de visitantes que llegan a este santuario llevan un listón blanco, en él ponen la petición o milagro que ofrecen a la Virgen y lo amarran. Si el deseo o petición se cumple, los agradecidos fieles regresan y colocan un agradecimiento con un listón de color. Anualmente son miles las personas originarias de diferentes partes del estado y del país, incluso del extranjero, que peregrinan a este sitio.
“Hay días en que no cabe nadie”, comenta don Tomás, uno de los acompañantes de este recorrido, quien es nativo de Mandinga y es prestador de servicios.
Y muy cerca de la Isla de las Conchitas está la Isla de las Aves, donde se concentran garzas, patos silvestres, gaviotas, entre otras especies, que llegan a reproducirse, a empollar, crecer o incluso a morir, porque algunos de estos alados se notan cansados, echados, esperando el fin de sus extensos recorridos. Sus graznidos son en diferentes tonos. Estas aves están de tres a cuatro meses, porque en octubre abandonan la isla de la laguna de Mandinga y siguen su trayecto al sur, en busca de un clima más cálido.
Limpieza
Para que la laguna no se contamine, la agencia municipal ha trabajado consiguiendo depósitos de latón que entre las mujeres del pueblo son habilitadas como depósitos de basura, una iniciativa de la agente que ha reunido 80 de estos enormes botes que son colocados en sitios estratégicos y que han servido para que los habitantes y turistas ayuden a que la laguna siga siendo el atractivo natural que los distingue.
El recorrido de los visitantes generalmente concluye con el festín del sabor y en los restaurantes que están a la orilla de la laguna hay una variedad de platillos que los visitantes aprecian como un lugar único para degustar los mariscos.