CIUDAD DE MÉXICO.– El turismo de guerra ha generado controversia en zonas de conflicto como la Franja de Gaza, donde civiles — e incluso extranjeros— se congregan en miradores para observar bombardeos, explosiones y masacres como si se tratara de un espectáculo.
Videos difundidos en redes sociales muestran a personas usando prismáticos, tomando fotografías e incluso compartiendo bebidas mientras presencian ataques en tiempo real desde lugares seguros, generalmente del lado israelí de la frontera.
Aunque no es un fenómeno nuevo, el crecimiento de este tipo de turismo en medio de la escalada del conflicto entre Israel y Palestina ha sido duramente criticado por organismos internacionales y activistas. Más allá del morbo y la banalización del sufrimiento humano, este comportamiento plantea cuestionamientos éticos profundos sobre cómo consumimos la violencia y la guerra en la era digital.
El turismo negro, también llamado dark tourism, es la práctica de visitar lugares marcados por la tragedia, la muerte o el sufrimiento, como las favelas de Brasil, los campos de concentración o la zona de exclusión de Chernóbil.
Dentro de esta categoría se encuentra el turismo de guerra, que lleva el morbo un paso más allá al atraer personas interesadas en presenciar zonas de conflicto armado en tiempo real, como sucede en la frontera entre Israel y Gaza.
Binoculares listos, colinas elevadas y vistas privilegiadas. Los frentes de combate en Israel se han transformado en una inquietante atracción turística.
Así es el nuevo turismo de guerra, una experiencia que algunos están dispuestos a pagar: alrededor de 800 dólares por tour. Agencias especializadas ofrecen este tipo de actividades inmersivas, donde la frontera con Gaza es el punto más buscado.
Cada día, decenas de personas se reúnen en el principal mirador de Sderot, una ciudad israelí situada frente a la Franja de Gaza. Desde ese punto elevado, observan —con prismáticos y cámaras— los bombardeos que sacuden el norte de Gaza, donde el ejército israelí mantiene activa la operación conocida como “tierra quemada”.
Entre quienes acuden al mirador, las opiniones suelen coincidir. Una joven estadounidense viajó hasta la zona para mostrar su respaldo moral a Israel.
“Solo quiero ayudarles como sea, después de lo que han pasado. Venir aquí y ver el frente con mis propios ojos ayuda a entender la historia más a fondo”, afirma, mientras describe lo impactante que es presenciar de cerca la guerra. “Es triste, da miedo, pero lo entiendo como una forma de protección por parte de Israel”, agrega.
Sin embargo, también hay turistas estadounidenses que se acercan no solo por solidaridad, sino por el deseo explícito de presenciar la destrucción. Algunos disfrutan ver las explosiones como si fueran parte de una atracción, lo que suma una capa de morbo e insensibilidad al fenómeno del turismo de guerra.
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