CIUDAD DE MÉXICO.- El hecho de que niños y adolescentes pasen parte de su tiempo interactuando con pantallas no es algo que, de por sí, resulte ni bueno ni malo. Los riesgos (o beneficios) de estas prácticas dependen de factores como, por ejemplo, qué tipo de actividad están realizando o si hay alguien supervisando la acción. Este es el mensaje que arroja la revisión de estudios más grande realizada hasta la fecha en la que se recogen los resultados de un centenar de metaanálisis y más de 2.500 estudios científicos sobre la materia. ¿La conclusión? “Los efectos son mínimos y varían en función del uso y el contexto”, apunta la investigación publicada este mismo lunes en la revista ‘Nature Human Behaviour’.
Sí se han observado riesgos, sobre todo en las niñas, en el uso de redes sociales, que se asocia a peores tasas de salud mental y a prácticas de riesgo
Este trabajo no se centra en analizar desde cero este fenómeno. Tampoco realiza ninguna prueba ni experimento inédito para entender los riesgos y beneficios del uso de pantallas en niños y adolescentes. Su objetivo es analizar cientos de estudios sobre la materia y, a partir de ahí, explicar qué tipo de conclusiones se han obtenido. Este proceso se conoce como revisión sistemática y, según explican los expertos, supone una de las síntesis más exhaustivas para entender qué dice la ciencia sobre un determinado tema. En el caso concreto de este trabajo, los estudios analizados engloban casi dos millones de usuarios menores de 18 años.
La conclusión que arroja este análisis es tan sencilla como sorprendente. “El uso de pantallas es una cuestión compleja y su impacto en los niños no solo depende del tiempo de uso o del aparato sino que también tiene que ver con otras cuestiones como el contenido consumido o el tipo de contexto en el que se produce la exposición”, apunta el artículo liderado por el investigador Taren Sanders. “La mayoría de directrices y recomendaciones elaboradas hasta la fecha son demasiado simplistas y no tienen en cuenta ni la evidencia científica ni los matices del tema”, añade el análisis.
Según apunta este trabajo, los riesgos y beneficios del uso de pantallas en niños dependen en gran parte del contexto. Es el caso, por ejemplo, del tiempo que los niños dedican a mirar la televisión. Esta actividad es una de las más utilizadas para ilustrar el peligro de las pantallas para los niños. Según sugieren algunos estudios, de hecho, el exceso de horas se asocia con un peor rendimiento académico y, en general, con una menor alfabetización. ¿Pero qué pasa si los niños ven la tele acompañados por su familia? Según apuntan otros estudios, el resultado es el contrario. Quienes ven programas educativos y, además, están acompañados por sus padres durante el proceso acaban mejorando su capacidad de aprendizaje. En este sentido, una de las prácticas más beneficiosas es comentar el contenido del programa con los padres.
El único ámbito en el que “se han observado sistemáticamente riesgos”, aunque variables, es en el uso de redes sociales. El uso de plataformas como Instagram y Tiktok, por ejemplo, se asocia con peores tasas de salud mental (entre las que destaca un aumento del riesgo de sufrir depresión) así como con otras prácticas de riesgo (como en el caso de las prácticas sexuales no seguras o el abuso de sustancias). Varios estudios, incluso liderados por las propias plataformas, sugieren que las niñas destacan entre las más vulnerables a este tipo de riesgos. Eso sí, los expertos recuerdan que también en este caso los riesgos dependen en gran parte del contexto.
Por eso mismo, según apuntan los autores de este análisis, “prohibir el uso de móviles a los niños podría protegerlos de la exposición a algunos contenidos como, por ejemplo, la publicidad pero también les estaría quitando la posibilidad de acceder a contenidos educativos interactivos que podrían resultarles muy beneficiosos”. En este sentido, los expertos argumentan que el debate sobre el uso de pantallas debería enfocarse menos en reducir el tiempo de uso y más en promover el consumo de contenidos de calidad. O en conseguir que los niños estén entren en contacto con el mundo digital con el acompañamiento de sus padres.
En estos momentos, según apuntan varias encuestas, el uso excesivo de las pantallas destaca como la principal preocupación de los padres occidentales. Este fenómeno preocupa más que cuestiones como la alimentación, el acoso o el sedentarismo de los niños. Según apunta un editorial publicado en la revista ‘Nature’, entender el impacto real de estas prácticas se ha convertido en “una de las grandes incógnitas de nuestros tiempos”. Pero, aun así, este debate se ha vehiculado más a partir de opiniones que de estudios objetivos. “Nuestra comprensión de los beneficios, daños y riesgos del panorama digital sigue siendo muy deficiente”, añade una columna publicada en la prestigiosa revista científica ‘The Lancet’.
“El alarmismo sobre el uso de pantallas está actualmente injustificado con la evidencia científica en la mano y es una cuestión más ideológica que científica”, apunta José César Perales, catedrático de Psicología en la Universidad de Granada, en declaraciones al Science Media Center. En este sentido, tal como argumenta el experto en declaraciones al Science Media Center, antes que seguir alimentando este sentimiento de “alarma desproporcionada por el uso de pantallas” deberían promoverse más investigaciones al respecto. Y sobre todo, mejorar la forma en la que se estudia este fenómeno.
“El alarmismo sobre el uso de pantallas está actualmente injustificado y es una cuestión más ideológica que científica”
Catedrático de psicología en la Universidad de Granad
La mayoría de estudios realizados hasta la fecha se han centrado en tres aspectos: el uso general de pantallas en niños, la relación de estas actividades con el sedentarismo y el impacto general de videojuegos, programas de televisión y películas. De ahí que, en la mayoría de casos, muchos de los trabajos se han centrado en analizar cómo las pantallas afectan al aprendizaje, así como al estado físico y mental de los infantes y adolescentes. Los autores de este análisis apuntan a que, por un lado, habría que crear una metodología más rigurosa para estudiar estos fenómenos y, por el otro, que habría que impulsar líneas de investigación más transversales para entender su impacto en diferentes esferas.
El artículo compara la “histeria” alrededor de este debate con otros ejemplos históricos. En el siglo XVI, por ejemplo, también se dijo que la difusión de libros (que por aquel entonces estaba aumentando gracias a la invención de la imprenta) amenazaba con confundir la mente de los niños. A principios del siglo XIX se dijo que el aumento de la carga lectiva en los colegios “agotaría los cerebros de los infantes”. En el siglo XX, la invención de la radio fue ampliamente criticada en tanto que “distraía a los niños de los libros” (algo que llegados a este punto ya no se consideraba preocupante). “Hoy estos mismos argumentos se están utilizando para hablar del tiempo de uso de pantallas”, recuerdan los investigadores, que reclaman enfocar este debate con más rigor (y estudios).
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