La elección de Gustavo Petro como el primer presidente de izquierda de Colombia es un indicio del anhelo generalizado de una sociedad más igualitaria e inclusiva, según analistas y empresarios, pero el exguerrillero tendrá que actuar con rapidez para tranquilizar a los inversores.
Petro, exalcalde de Bogotá y actual senador, obtuvo el domingo alrededor del 50.4% de los votos, superando al magnate de la construcción Rodolfo Hernández.
La elección de un exguerrillero supone un cambio radical para un país todavía marcado por décadas de conflicto y pone de manifiesto la profunda frustración con la clase política de derecha, a la que se acusa de no hacer nada por reducir la amplia brecha entre ricos y pobres.
Petro prometió en campaña luchar contra la desigualdad con una educación universitaria gratuita, reformas de las pensiones y elevados impuestos sobre las tierras improductivas en el país, donde casi la mitad de la población de 50 millones de habitantes vive en la pobreza.
Sus propuestas, especialmente la prohibición de nuevos proyectos petrolíferos por motivos medioambientales, provocaron temor a algunos inversores, aunque el economista de 62 años se comprometió a respetar los contratos vigentes.
Petro llegó a la presidencia en su tercera candidatura y su victoria sumó a Colombia a una lista de países latinoamericanos que han elegido a líderes izquierdistas en los últimos años como Chile, Perú y México.
El mandatario asumirá el cargo en momentos en que Colombia afronta una baja calificación crediticia, un gran déficit comercial y una deuda nacional que se prevé que termine el año en el 56.5% del Producto Interno Bruto (PIB).
El petróleo representa casi la mitad de las exportaciones y cerca del 10% de los ingresos nacionales.
“Colombia ha sido gobernada durante muchos años por la élite económica y política”, dijo Gimena Sánchez-Garzoli, directora de los Andes en el Centro de Estudios de la Oficina de Washington para América Latina.
“En muchos sentidos, estas elecciones son básicamente la voz de la mayor parte de la población del país, especialmente los pobres del campo, las mujeres, los afrocolombianos, los indígenas”, afirmó.
Sánchez-Garzoli aseguró que la gente no quería un cambio a cualquier precio, sino uno que realmente fuera con propuestas reales que incluyeran hacer una prioridad el acuerdo de paz de 2016 con la desmovilizada guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Ese pacto puso fin a la participación de ese grupo en el conflicto interno armado de casi 60 años que ha dejado 260,000 muertos y millones de desplazados.
LA PAZ, UNA PRIORIDAD
Petro elogia regularmente a los manifestantes, en su mayoría jóvenes, que salieron a las calles en los últimos tres años para denunciar la desigualdad y la violencia policial, en manifestaciones en las que murieron más de 40 personas.
El presidente electo se comprometió en campaña a implementar plenamente el acuerdo con las FARC, buscar conversaciones con los rebeldes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y ofrecer una política de sometimiento a las bandas criminales implicadas en el narcotráfico y la minería ilegal.
“La elección de Petro puede haber salvado el proceso de paz”, dijo Oliver Kaplan, profesor asociado de la Escuela de Estudios Internacionales Josef Korbel de la Universidad de Denver.
El domingo por la noche, mientras celebraba su victoria, Petro dijo a sus partidarios: “La paz es que alguien como yo pueda ser presidente”.
Petro, que fue detenido por el ejército en 1985 cuando guardaba armas de la guerrilla del M-19, denunció torturas de los militares y recuperó su libertad 16 meses después.
Su victoria posiblemente provocará cambios fuertes al interior de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, con una larga trayectoria de acusaciones a los derechos humanos.
“Hay un sector de la población que se opone totalmente a él por su pasado en el M-19”, dijo Kaplan. “Mantener la seguridad y la protección de los civiles dependerá de las buenas relaciones cívico-militares, y es un terreno inexplorado en ese sentido”.