• 13/05/2024
  • Cancún, Quintana Roo, México

Convirtieron parte del desierto en un bosque abundante

Convirtieron parte del desierto en un bosque abundante

Una mancha verdosa se destaca en el paisaje ondulado alrededor de ‘Poções’, un pequeño municipio en la región semiárida del estado de Bahía, en la región Nordeste de Brasil.

Allí, la profusión de cactus, suculentas y árboles de la caatinga, una región de vegetación espinosa, contrasta con los pastos degradados y los suelos desnudos circundantes.

El responsable del “oasis” es el ingeniero retirado Nelson Araújo Filho, de 66 años.

“Cuando comencé aquí, el suelo estaba compactado y no producía nada”, le dice a BBC News Brasil.

Sentado a la sombra de un árbol de umbu, Araújo dice que durante muchos años en esos terrenos, que pertenecen a su padre, se sembraba maíz y mandioca. Posteriormente, se convirtió en pasto para el ganado.

Pero los años de uso intensivo agotaron el suelo y lo dejaron al borde de convertirse en un desierto, fenómeno que afecta alrededor del 13% de la tierra en la región conocida como el Semiárido brasileño, en el noreste del país, según el Laboratorio de Análisis y Procesamiento de Imágenes Satelitales de la Universidad Federal de Alagoas.

Araújo comenzó a revertir el proceso hace tres años con la implementación de un sistema agroforestal de 1,8 hectáreas, un área equivalente a dos canchas de fútbol.

El método, que ha sido adoptado en varias regiones de Brasil y del mundo, refleja el funcionamiento de los ecosistemas originales en cada región.

Abundancia sin irrigación
En un principio, Araújo plantó especies de la caatinga brasileña que sobreviven incluso en suelos degradados, como cactus forrajeros y avelós.

Posteriormente comenzó a podar la vegetación con frecuencia, utilizando todo el material cortado para cubrir y fertilizar el suelo.

Con la mejora de las condiciones, empezó a hacerles sitio a especies más exigentes, como árboles grandes y frutales.

La abundancia de flores y frutos atrajo pájaros y abejas; y animales salvajes que hacía mucho tiempo que no se veían, como los ciervos, volvieron a circular por la región.

En unos años más, Araújo espera que su sistema se asemeje a una zona virgen de la Caatinga, con plantas de todos los tamaños y de una gran variedad de especies, de las que podrá extraer miel, frutos y alimento para los rebaños durante todo el año.

Y todo ello sin utilizar pesticidas, fertilizantes químicos y ni una sola gota de agua de riego.

“No falta agua en la caatinga”, dice el campesino, refiriéndose al rocío que baña la vegetación todas las noches y lo deja con la ropa mojada cuando visita la agrofloresta por la mañana.

Afirma que el agua del rocío es suficiente para “mantener el sistema funcionando”

La lluvia, para mí, es un bono adicional”, dice, cuestionando la noción de que, en la región semiárida, cada plantación necesita riego o veranos lluviosos para prosperar.

Herramienta contra el cambio climático

Técnicas como las utilizadas por Araújo han atraído la atención de los medios en un momento en que los líderes mundiales discuten cómo frenar el cambio climático, un objetivo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) que se está llevando a cabo en Glasgow, Escocia.

Para los meteorólogos, los sistemas agroforestales son herramientas tanto para adaptarse al cambio como para reducir su ritmo.

Esto se debe a que la diversidad de sistemas hace que los agricultores sean menos vulnerables a los climas extremos, al mismo tiempo que las agroflorestas aumentan la absorción de carbono de la atmósfera.

Y, según los especialistas, el semiárido brasileño ya ha sido una de las regiones más afectadas por el cambio climático en el mundo.

En su último informe, publicado en agosto, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) afirmó que la región semiárida ha estado enfrentando sequías más intensas y temperaturas más altas, condiciones que tienden a acelerar la desertificación de sus suelos.

De ahí la urgencia de sustituir una agricultura que debilita los suelos por otra capaz de restaurarlos.

En su informe de 2019, el IPCC ya había dicho que “los sistemas agroforestales pueden contribuir a mejorar la productividad alimentaria al tiempo que mejoran la conservación de la biodiversidad, el equilibrio ecológico y la restauración en condiciones climáticas cambiantes”.

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